Reducidos a su expresión teórica más simple, todos los argumentos de
nuestro amigo se traducen en un solo y único dogma: "Los precios de las
mercancías se determinan o regulan por los salarios".
Frente a este anticuado y desacreditado error, podría invocar el
testimonio de la observación práctica. Podría deciros que los obreros fabriles,
los mineros, los trabajadores de los astilleros y otros obreros ingleses, cuyo
trabajo está relativamente bien pagado, baten a todas las demás naciones por la
baratura de sus productos, mientras que el jornalero agrícola inglés, por
ejemplo, cuyo trabajo está relativamente mal pagado, es batido por casi todas
las demás naciones, a consecuencia de la carestía de sus productos. Comparando
unos artículos con otros dentro del mismo país y las mercancías de distintos
países entre sí, podría demostrar que, si se prescinde de algunas excepciones
más aparentes que reales, por término medio, el trabajo bien retribuido produce
mercancías baratas y el trabajo mal pagado mercancías caras. Esto no
demostraría, naturalmente, que el elevado precio del trabajo, en unos casos, y
en otros su precio bajo sean las causas respectivas de estos efectos
diametralmente opuestos, pero sí serviría para probar, en todo caso, que los
precios de las mercancías no se determinan por los precios del trabajo. Sin
embargo, es de todo punto superfluo, para nosotros, aplicar este método
empírico.
Podría, tal vez, negarse que el ciudadano Weston haya sostenido el dogma
de que "los precios de las mercancías se determinan o regulan por los salarios”.
Y el hecho es que jamás lo ha formulado. Dijo, por el contrario, que la
ganancia y la renta del suelo son también partes integrantes de los precios de
las mercancías, puesto que de éstos tienen que ser pagados no sólo los salarios
de los obreros, sino también las ganancias del capitalista y las rentas del
terrateniente. Pero, ¿cómo se forman los precios, según su modo de ver? Se
forman, en primer término, por los salarios. Luego, se añade al precio un tanto
por ciento adicional a beneficio del capitalista y otro tanto por ciento adicional
a beneficio del terrateniente. Supongamos que los salarios abonados por el
trabajo invertido en la producción de una mercancía ascienden a diez. Si la
cuota de ganancia fuese del 100 por 100, el capitalista añadiría a los salarios
desembolsados diez, y si la cuota de renta fuese también del 100 por 100 sobre
los salarios, habría que añadir diez más, con lo cual el precio total de la
mercancía se cifraría en treinta. Pero semejante determinación del precio
significaría simplemente que éste se determina por los salarios Si éstos, en
nuestro ejemplo anterior, ascendiesen a veinte, el precio de la mercancía
ascendería a sesenta, y así sucesivamente. He aquí por qué todos los escritores
anticuados de Economía Política que sentaban la tesis de que los salarios regulan los precios,
intentaban probarla presentando la ganancia y la renta del suelo como simples
porcentajes adicionales sobre los salarios. Ninguno de ellos era capaz,
naturalmente, de reducir los límites de estos recargos porcentuales a una ley
económica. Parecían creer, por el contrario, que las ganancias se fijaban por
la tradición, la costumbre, la voluntad del capitalista o por cualquier otro
método igualmente arbitrario e inexplicable. Cuando dicen que las ganancias se determinan por la
competencia entre los capitalistas, no dicen absolutamente nada. Esta
competencia, indudablemente, nivela las distintas cuotas de ganancia de las
diversas industrias, o sea, las reduce a un nivel medio, pero jamás puede
determinar este nivel mismo o la cuota general de ganancia.
¿Qué queremos decir, cuando afirmamos que los precios de las mercancías
se determinan por los salarios? Como el salario no es más que una manera de
denominar el precio del trabajo, al decir esto, decimos que los precios de las
mercancías se regulan por el precio del trabajo. Y como "precio" es
valor de cambio -- y cuando hablo del valor, me refiero siempre al valor de
cambio --, valor de cambio expresado en dinero, aquella afirmación equivale a
esta otra: "el valor de las mercancías se determina por el valor del
trabajo ", o, lo que es lo mismo: "el valor del trabajo es la medida
general de valor”.
Pero, ¿cómo se determina, a su vez, "el valor del trabajo"? Al
llegar aquí, nos encontramos en un punto muerto. Siempre y cuando, claro está,
que intentemos razonar lógicamente. Pero los defensores de esta teoría no
sienten grandes escrúpulos en materia de lógica. Tomemos, por ejemplo, a
nuestro amigo Weston. Primero nos decía que los salarios regulaban los precios
de las mercancías y que, por tanto, éstos tenían que subir cuando subían los
salarios. Luego, virando en redondo, nos demostraba que una subida de salarios
no serviría de nada, porque habrán subido también los precios de las mercancías
y porque los salarios se medían en realidad por los precios de las mercancías
con ellos compradas. Así pues, empezamos por la afirmación de que el valor del trabajo determina el valor de la
mercancía, y terminamos afirmando que el valor de la mercancía determina el
valor del trabajo. De este modo, no hacemos más que movernos en el más vicioso
de los círculos sin llegar a ninguna conclusión.
Salta a la vista, en general, que, tomando el valor de una mercancía,
por ejemplo el trabajo, el trigo u otra mercancía cualquiera, como medida y
regulador general del valor, no hacemos más que desplazar la dificultad, puesto
que determinamos un valor por otro que, a su vez, necesita ser determinado.
Expresado en su forma más abstracta, el dogma de que "los salarios
determinan los precios de las mercancías" viene a decir que "el valor
se determina por el valor", y esta tautología sólo demuestra que, en
realidad, no sabemos nada del valor. Si admitiésemos semejante premisa, toda
discusión acerca de las leyes generales de la Economía Política se convertiría
en pura cháchara. Por eso hay que reconocer a Ricardo el gran mérito de haber
destruido hasta en sus cimientos, con su obra "Principios de Economía
Política ", publicada en 1817, el viejo error, tan difundido y gastado, de
que "los salarios determinan los precios”, error que habían rechazado Adam
Smith y sus predecesores franceses en la parte verdaderamente científica de sus
investigaciones, y que, sin embargo, reprodujeron en sus capítulos más exotéricos
y vulgarizantes.
Discute con tus compañeros y resuelve
1
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¿Crees qué el salario debe subir o bajar? ¿Por qué?
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2
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¿Qué opinión infieres según el texto?
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3
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¿Qué opinas de la frase el
valor del trabajo determina el valor de la mercancía?
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4
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¿Cómo te parece que los salarios regulan los precios de los
productos?
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5
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¿ argumenta tu posición frente a la lectura?
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